martes, 22 de junio de 2010

Solos

Una de las cosas que más me gusta de volver en bici a casa es ese estado de semidispersión neuronal, que sirve para resolver los problemas irresolubles, para minimizar los problemas autoimpuestos y para fijarse en detalles absurdos. Además, la actitud de la gente ante la bici hace que te des cuenta de que vivimos solos y de que queremos vivir solos. Te paras en un semáforo y un señor se pone delante tuyo, aunque sabe perfectamente que saldrás más rápido que él. Es igual, que se fastidie. Frenas de golpe porque una señora ha cruzado por un sitio por donde no debía cruzar y cuando esperas un "perdone", sólo se le ocurre decir "yo esto de las bicis no lo veo bien". Dejas pasar a otra bici por un sitio estrecho y, cuando te toca pasar a ti, otra ciclista acelera para pasar antes. Ni un "gracias" siquiera. Que se fastidie. De vuelta a casa tengo que atravesar la vía de tren por un puentecillo que es muy estrecho. En bici son unos treinta o cuarenta segundos. Andando, unos dos minutos. Aquí hay gente que va mirando todo el rato porque sabe que vas detrás y se pega a la derecha para que pases. Incluso algunos gritan a los de delante para que también te dejen pasar. Pero también te encuentras a la que sabe que vas detrás y te ignora, haciéndote ir todo el trayecto detrás de ella. Que se fastidie.