Cuando empecé a entrar en este mundillo de la fotografía, y a frecuentar foros de friquis que comentaban sin ningún rubor que se gastaban 2500 € en un objetivo, pensé que estaban enfermos. De hecho, en los mismos foros denominaban la
enfermedad LBA (Lens Buying Adiction) y justificaban los síntomas con argumentos como que cuando pruebas una lente realmente nítida te das cuenta de que tus fotos mejoran mucho, y de que no puedes parar de intentar mejorarlas. Mejorarlas implica utilizar mejores objetivos. Y como todo en esta vida, que sean mejores, se traduce en que cuestan más dinero.
Y yo no iba a caer en ese juego, claro. Hasta este momento sólo me había comprado un todoterreno (el Sigma 18-200 mm F3.5-5.6DC OS), para cubrir todas las focales sin tener que cambiar
de objetivos constantemente (muy adecuado para viajes) y un fijo (el Canon 50 mm F1.8), porque tenía una relación calidad-precio espectacular: ese 1.8 por menos de 100 € era demasiado goloso... Mi siguiente objetivo, nunca mejor dicho, era el Tamron 17-50 mm F2.8 XR Di II, del que todo el mundo habla maravillas. Extremadamente nítido, a un precio razonable (
alrededor de 300 €), y que
mejora considerablemente el 18-50 que venía con el kit. Como dato, diré que en los foros dicen que no es muy difícil mejorarlo, e incluso lo llaman el
pisapapeles, porque es para lo único que sirve :-) Hasta aquí bien: cambio un objetivo sencillo por uno que lo mejora mucho y que es muy útil, ya que las focales entre 17 y 50 son las que más uso. El problema es que este fin de semana me he sorprendido a mi mismo buscando compulsivamente este Sigma APO 50-150 mm F2.8 II EX DC HSM, que ya no tiene un precio tan razonable ni cubre focales que utilice habitualmente... Hace dos días ni sabía que existía, pero un post traicionero me lo ha metido entre ceja y ceja...
¿Es grave, doctor?
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