Sabía que estaba ahí, no tenía la menor duda, oculto en un bosque de papeles alimentado en los últimos dos años con el contenido de mi cartera cada vez que se tornaba inmanejable. Lo necesitaba y había retrasado el momento de buscarlo disfrazando de pereza mi miedo a los fantasmas. Hoy lo he buscado y lo he encontrado, lo que buscaba y todo lo demás: facturas de Islandia, tarjetas de restaurantes, billetes de avión, comprobantes de la tarjeta de regalos, tiquets de tiendas en las que ya no compro... recuerdos. Los sentimientos ya no están o los ocupan otras personas, pero los recuerdos duelen.
Scalable Capital, la inversión hecha simple
Hace 9 meses
1 comentario:
Eres como yo: todo lo guardo, todo lo amontono y todo, al final, sale para darme en las narices. Los recuerdos son demasiado traicioneros. Cuando crees que ya no hay nada que pueda sacudirte en plena línea de flotación, pumba. Sartenazo de veinte cañonazos. La nave no se hunde, pero se queda tocada. Claro que duele, lo raro es que no lo hiciera, porque entonces te habrías vuelto un extraterrestre. Agárrate al presente, a lo que AHORA merece la pena, que es mucho. Y si lo necesitas, tengo preparado el salvavidas. Besitos.
Publicar un comentario