Barcelona ha amanecido otra vez lluviosa. Llevamos una semana así, pero hoy hay tan poca gente trabajando que el tiempo del trayecto no se ha multiplicado sino dividido por dos. No me gusta demasiado la Navidad: aunque soy muy familiar, esta sensación de amor forzado por la época del año me parece bastante hipócrita. Aún así vuelvo a caer otra vez en las redes de El Corte Inglés para comprar esos regalos que cada vez son más difíciles de encontrar. Luego está el tema de mi madre. Tiene mucha gente alrededor intentando que no piense en lo que no puede dejar de pensar. Mención aparte el caso de mis padrinos, demasiado mayores para un viaje de mil quilómetros en autocar, pero que han venido desde el otro lado de España para pasar diez días con ella. "Pensaba que sólo volvería a Barcelona para tu boda", me decía mi madrina. No lo harían por cualquiera, estoy seguro. La gente que te quiere está cuando se le necesita.
Invertir con robo advisors
Hace 5 años