domingo, 29 de marzo de 2009

Cuando era pequeño...

... me ilusionaba mucho con las cosas. Cualquier novedad sin importancia podía excitarme hasta el punto de no dejarme dormir. Cuantas veces me sorprendió mi madre a las tres de la mañana, con la luz de la lámpara de la mesa de estudiar encendida, examinando otra vez aquel bolígrafo que me había regalado Paco, para ver si al girarlo seguía saliendo la punta. Y cuantas veces lo dijo delante de gente que no debería decirlo. Esa extraña habilidad de las madres para dejarte en evidencia cuando no es estrictamente necesario. Disfrutaba sobremanera cuando me veía ir al lavabo y a beber agua a la cocina cada cinco minutos: ¡Niño! ¿Qué te pasa? Y si pasaba después de la llamada de alguna amiga sonreía maliciosa: ¿por qué te llama esa?

Pensaba que ya estaba curado: el disfraz de teletubbie sólo me lo puse tres veces y fui capaz de dormir el día de la biblioteca nueva sin ir a ver cómo quedaban los libros más de cinco veces. Eso sí, tengo que reconocer que me subí a la bici en casa de manera compulsiva a riesgo de perder el equilibrio y estropear el estucado con el manillar. Pero lo mejor, sin duda, es cuando el nerviosismo no tiene que ver con cosas materiales.

Ha sido un fin de semana marcado por la lluvia, gris, de esos que minan mi estado de ánimo. Pero hoy por la tarde me ha pasado algo. Y he recordado el bolígrafo... Creo que vuelvo a tener sed. Me voy a la cocina.

1 comentario:

Yolanda dijo...

Martes....Un gran día para fomentar ilusiones. Espero que haya salido soleado por allí, para que se te carguen las pilas. Besitos.