miércoles, 22 de abril de 2009

Ánimos renovados

Diez días de lluvia constante es lo que tiene: las cascadas, o fervenzas, como se dice en gallego normativo, o seimeiras, como se dice en gallego fonsagradino, se convierten en una orgía de agua. La Seimeira es uno de los atractivos turísticos de la zona y una de mis visitas obligatorias programadas con la Juani. Después de diez días lloviendo sin parar casi había desistido, pero el domingo pasado el cielo se abrió y nos regaló un día perfecto de verano. No pudo ser ese mismo domingo, día en que el aislamiento total de Xegunde se torna en sorprendente movimiento de gente y se agudiza la exhibición gastronómica, pero el lunes pude bajar, con la única compañía de mis pensamientos, y disfrutar de ese equilibrio perfecto entre naturaleza, soledad y deporte. Fue la quinta salida de más de treinta quilómetros de mis vacaciones. Sí, ya sé que no impresiona demasiado, pero son rompepiernas en toda regla. Los pueblos suelen estar a media altura en las montañas, y para ir de pueblo a pueblo hay que bajar al valle, por el que suele pasar un riachuelo, y volver a subir. El premio para esta contradicción evolutiva (¿subir para luego bajar?) son estos lugares perdidos y repletos de belleza, que te obligan a sacar la compacta del bolsillo más inacesible para dejar constancia. Nunca dejará de sorprenderme como estas pequeñas maravillas que tanto apreciamos los urbanitas, son rebajadas con naturalidad por los lugareños. La cara de incomprensión de mi abuela y su "non sei para qué tanta historia ca Seimeira, se non é mais que ver caer auga por un penedo abaixo" (o lo que es lo mismo "no sé para qué tanta historia con la Seimeira si no es más que ver agua cayendo por una roca") fueron demoledores. Me recordó a Faemino y Cansado y su sketch de los Rayos López.


Vuelvo al tema, que me disperso: el resultado ha sido tremendamente catártico: he dormido tantas horas como no recordaba, he vuelto a arreglar el mundo con Isa, he puesto en forma a la Juani y he desempolvado la reflex, cosa que agradecerá la página de Xegunde. A mis lalalá les podré decir que he entrenado mucho, con esa media sonrisa de sorna, sólo por el placer de ver cómo me escudriñan intentando descubrir si he cambiado y ahora entreno en vez de disfrutar de la bici, o si simplemente estoy siendo irónico una vez más. Y he pensado, y mucho. También tengo algún pequeño borrón entre tanta inactividad terapéutica, como ayudar a partir leña a mi padre: mis dorsales aún me lo recuerdan mientras escribo estas líneas. Por contra, en quince días sólo he sincronizado el Notes tres veces, y he conseguido leer los títulos de los correos sin entrar al detalle. Ah, y el p*#o claim, que me hizo subir el viernes pasado a Fonsagrada, en busca de un bar con wifi, para no incumplir los procesos aibiem.

Pero todo lo bueno se acaba. Mañana vuelvo al café con leche por 1.15€, y dejo atrás los dos cortos de sidra y la tapita por 1.40€; vuelvo a ver en la agenda la reunión de estado de Ventana Marco del día veinticuatro a las 11:00 en vez de levantarme pensando en qué día estamos; vuelvo a mi dieta grupo A y a mis pesas diarias, en vez del butelo, la cachola y la rosca de Semana Santa; vuelvo a trabajar diez horas en vez de dormir diez horas; y podré salir de casa vestido de astronauta sin que la gente me mire raro. Suerte que el frío no me dejó ponerme el traje de teletubbie. No quiero ni pensar en la cara de Carmen da Casiña. Eso quedará para el verano. Con doce horas de coche a las espaldas, pensar en mañana y en la vuelta al trabajo hace que me tiemblen las calandracas. ¿Quien dijo que hay que trabajar para sentirse realizado? ¿Por qué las vacaciones duran tan poco? ¿Por qué no me hice fontanero? Con todo, no sería franco si dijese que no quería volver. Echaba de menos muchas cosas y a mucha gente, y volver abre otro capítulo ilusionante. Mañana vuelvo a mis cenas de los viernes, a mis charlas con ese compañero de trabajo (¿o debería decir amigo?), a verla otra vez, a mis salidas en bici con los lalalá, a chatear hasta las tantas con mi vampiresa particular, a escribir por el placer de escribir... Quince días fuera te recuerdan eso que tienes tan bueno y que la rutina hace que no veas. ¡Qué bien sientan las vacaciones!

Por cierto... ¿dónde están los fantasmas?

2 comentarios:

Mª Ángeles dijo...

Pues yo te echaba mucho de menos. ¡Qué bien que has vuelto 'neno'! Me he acostumbrado a tus fantasmas y tus últimos pots me han emocionado.Espero ya ansiosa el de mañana.
Biquiños.
Angelita

Yolanda dijo...

Me alegra recuperarte. Tendré que ir sacando los colmillos y la capa del taller, que andan un poco deteriorados los pobres. Piensa en positivo: esta semana sólo tiene dos días. Dos. Y mañana es viernes. Piénsalo bien. Tienes mucho que celebrar aunque las vacaciones se hayan acabado.
Bienvenido. Besitos.