viernes, 21 de agosto de 2009

Como los chorros del oro

Así tengo el piso. Y mi trabajo me ha costado. Empecé el 13 de julio. Ya sé que parece ridículo pero, a modo de atenuante, hay que descontar las tres semanitas de vacaciones y que el trabajo a la vuelta ha sido más del que esperaba. Tendría que tener un piso más pequeño para no tener tanto que limpiar, pero entonces me quejaría de que no me caben todos esos trastos -pesas, bici, libros, tendedero- que ocupan un par de habitaciones. Viniendo en el autobús, y mientras leía Exhibición impúdica, de Tom Sharpe, con una sonrisa de oreja a oreja (creo que mi proporción de hormonas femeninas se está disparando y empiezo a ser realmente multitarea), me he propuesto hacer algo cada día para conseguir que una limpieza del piso se quede en eso -una limpieza- y no se convierta en una reconstrucción. Así, los lunes limpiaré el polvo, los martes, el baño, los miércoles, el aseo y los jueves, el suelo. Las actuaciones especiales (ropa, ventanas, etc) las haré en fin de semana. La cocina la limpiaré cada día cuando acabe de cocinar. Bonito eufemismo para pelar la fruta o calentar la leche. A ver si no se queda en intenciones, que me conozco.

1 comentario:

Yolanda dijo...

Eso, que nos conocemos, bonito mío. Espero que las buenas intenciones no caigan con el otoño, como las hojas. Estupendo trabajo de todas maneras, casi huelo ya el limpiamuebles desde aquí. Será que estoy más cerquita que antes... Besitos, rey.