sábado, 1 de noviembre de 2008

Celos

Una cena con dos botellitas de Lambrusco potencia la creatividad y propicia conversaciones trascendentales como la de ayer sobre los celos. Con la lengua un poco más suelta -aunque también más lenta- de lo normal intenté explicar mi postura. Creo que hablé más de lo que debía: ese Lambrusco lo carga el diablo.

Para mí son algo necesario: esa sensación de inseguridad, de poder perder algo que te importa hace que te esfuerces por conservarlo. En mi caso, si no están... malo. Y no tienen por qué estar reñidos con la confianza: puedes confiar ciegamente en tu pareja, estar muy bien con ella y temer perderla al mismo tiempo. A mi me pasó. Y dejar de tener este sentimiento tan injustamente considerado fue señal inequívoca de que algo no iba bien.

Dicho esto, no me considero celoso con la connotación tradicional de control, obsesión, agresividad, posesión o desconfianza. Siempre he pensado que, si no quieres estar conmigo, no vale la pena intentar retenerte. Tus razones son completamente irrelevantes, seguro que muy válidas y seguro que no han aparecido hoy. No seré yo el que pierda ni un segundo de mi valioso tiempo cuestionándolas, controlándote o intentando evitar lo inevitable. Prefiero dedicar mis esfuerzos, antes de que llegue ese momento, a que no dejes de querer estar a mi lado.

2 comentarios:

Yolanda dijo...

Decía mi admirado y, al mismo tiempo odiado Shakespeare, en su inmortal "Otelo" que "los celos son un monstruo de ojos verdes", frase que me encanta. Y no sólo porque yo los tenga así, que entre eso y ciertos ancestros gallegos me temo que tengo algo de bruja. Es cierto lo que dices: unos celos razonables son hasta lógicos y sanos, aunque a veces te den ganas de sacarle los ojos a alguien. Y aunque soy de aplicarme la máxima aquella de "ojos que no ven....", si estos ojos temibles que la genética me ha dado ven lo que no deben o no quieren....buf.... me enfrío más rápido que si estuviese en el polo. Puedo pasar de bullir como el agua hirviendo a ser lo más parecido a un polo de hielo, sin sabor, sin olor y sin sustancia. Borro. Paso. Lo malo es que luego paso a bullir de cólera y la persona en cuestión comienza a serme realmente odiosa. Qué complicada soy, señor.

Anónimo dijo...

¿Ancestros gallegos? ¿Tú también? Pues va a ser eso. Y yo que pensaba que era que tenía demasiadas hormonas femeninas...