martes, 7 de julio de 2009

Oyes el click

y todo cambia. ¿Por qué en ese momento? Difícil de explicar. Posiblemente ni suene: eres tú el que lo oye porque quieres oirlo. Oyes el click y subes con dos piñones más. Oyes el click y el vaso se llena hasta la mitad. Oyes el click y el trabajo mengua. Oyes el click y ves esa mirada que quieres ver. Oyes el click y aparece esa grieta a la que agarrarte para no caer. No sabes si la mano aguantará el peso del cuerpo, pero por lo menos puedes intentarlo. Click. Click. Click.

1 comentario:

Yolanda dijo...

Si no fuera por esos clicks, nuestra vida sería de una monotonía demoledora. Da igual como suenen, siempre nos hacen cosquilas en el cuello. Besitos.